viernes, 18 de julio de 2014

La Leona

 
Cuento (Texto completo. DR*)
El balneario El Rollo fue escenario de mis primeros acercamientos al sexo opuesto, me imagino que le llaman así por ser la mujer tan contraría a nuestros nobles deseos. Yo tenía doce años y por aquella época el balneario era un balneario y no un circo de tres pistas. Muchas albercas y áreas verdes para descansar y tomar el sol, su gran cancha de futbol, canchas de voleibol, su discotheque con pista de luces, un restaurant y una gran resbaladilla de dos metros y medio, nada de “kamikazes”, que era el terror de los indecisos y la gloria de los arrojados. Había un cocodrilo en una pequeña jaula, una lástima, porque no faltaba el gorila que le aventara una colilla de cigarro encendida al pobre animal. Y mi edad y desconocimiento de las leyes no me permitieron abogar por la liberación de aquel bello animal. En fin, el balneario era nuestro punto de reunión para los festejos del día del estudiante y todos contentos pensando en las retas de futbol, de voleibol, de basquetbol y natación. Pero yo tenía otros planes, le pediría a Fernanda de León “La Leona”, si se prestaba la ocasión, que fuera mi novia. Y vaya que se había ganado a pulso el mote de “La Leona” que tenía en su haber: el recuerdo de su furia, unos arañazos en la cara a un par de chicos que intentaron robarle algún beso. Con esos antecedentes, por supuesto no intentaría hacer ninguna locura que no fuera la actitud de un caballero. Aunque por un momento pensé que un casco de caballero no sería mala idea por eso de las dudas. El amor es una cosa esplendorosa, decían mis tías aunque hasta hoy no sé exactamente lo que querían decir con eso, imagino que trataban de decir que el amor es una fe delirante. Esa misma fe que estaba a punto de ponerme a prueba en el balneario. Con el paso del tiempo la palabra “amor” es difícil de encasillar en ningún molde, pues según fuentes periodísticas el catorce de febrero ya no se regalan flores, rosas, o un libro que lleve un mensaje oculto a nuestra princesa sino que es la rutina de comida – acostón.  Y dan cuenta las portadas de los panfletos al día siguiente “Restaurantes y Hoteles saturados”. El caso es que yo me encontraba atrapado por esa bella melena de “La Leona” y sus grandes pestañas. Y me preparé con mis mejores galas para ser todo un galán: un short elástico azul rey, marca “patito”. Fernanda con sus amigas, de las cinco hectáreas de terreno del lugar, fueron a sentarse exactamente en una palapa a lado de la resbaladilla mortal con sus dos metros y medio de altura y sus dos carriles. ¿Por qué ahí? ¿Será que la resbaladilla significa para ellas la medida de conocer a los hombres valientes? No, debe ser que todas las palapas ya se encontraban ocupadas cuando llegaron, me decía para darme ánimo. Hábilmente organicé una competencia con los amigos de “A ver quién aguanta más debajo del agua” en las escaleras de la alberca frente a su grupo de amigas. El día transcurría y yo veía el reloj para ponerme una hora determinada, pues corría el riesgo de la cenicienta: el encanto y el permiso de Fernanda de estar en el balneario se acabaría. Alguno de ellos propuso una competencia de nado libre, ida y vuelta. El último pagaría los refrescos y alguno propuso “también el de las chavas” esto llegó a sus oídos y finalmente obteníamos su completa atención. Por supuesto, me lleve la carrera de principio a fin, quisiera decir las fuerzas y la destreza me salieron por amor a mi Leona, no, fue el miedo de llegar en último lugar porque el dinero que llevaba no me alcanzaba ni para mi refresco. Todos contentos y yo aún más. Magnánimamente les dije “cooperemos todos” tan fuerte que llegara a los oídos de Fernanda. ¿Quién va por los refrescos? Son bastantes. Juan sabía de mi intención y me hizo la valona, se llevó a todos y les pidió a unas chicas que les acompañaran “Fer, tu quédate a cuidar la ropa” Bien, yo me quedaré a cuidar la ropa de los chavos, dije. Y mi suerte se volvió infortunio. En cuanto nos quedamos solos, Fernanda me preguntó “¿Nos aventamos de la resbaladilla?” Lo primero que atine a decir fue “esperemos a que regresen porque dejaríamos sola la ropa de todos” aunque para esa hora ya no quedaba nadie alrededor. “Nadie se las robará. Acompáñame”. El tono en que lo dijo fue una invitación a algo más allá de aventarse del mamotreto resbaladizo, una invitación a lo desconocido, pues yo era primerizo en eso de pedir noviazgos, una invitación a algo que estaba fuera de mi comprensión y su palabras se repetían en mi cabeza tratando de entender su real significado: “Nadie se las robará. Acompáñame”. Mientras dilucidaba las causas profundas de lo que me haya querido decir nos dirigimos a lo alto del juego. Cosa de niños, pensé. Pero esos dos metros y medio de altura, desde la parte alta yo le calculaba cuatro metros. Fue cuando aprendí que el significado de vértigo no sólo era una película de Alfred Hitchcock. Me arrepentía de no haberle pedido que fuera mi novia en el transcurso del día, pues cualquier respuesta que recibiera me hubiera evitado esta muestra de valentía para ganarme su admiración. “¡Ey, Jóvenes! Ya voy a quitar el agua de la resbaladilla”. Gritó a lo lejos un trabajador del balneario, ¡sí, me salvó la campana! “Les daré cinco minutos y luego la quitaré”. ¡No! “Puede cumplir con su trabajo, nosotros nos bajaremos ¡Apáguela!” Pero esta última frase o no la escuchó o por ser mayor de edad comprendía el aprieto en que me encontraba y se confabulaba para jugarme una mala pasada. “Apurémonos para aprovechar el tiempo” dijo La Leona y nos sentamos a la par en los carriles. Y antes de contar tres ella ya iba directo a la alberca, al salir me vio que yo seguía ahí sentado. “¡Aviéntate!” “Sube, estoy cuidando la ropa” Volvió a subir y se volvió a aventar y la tercera vez que lo hizo el trabajador avisó “Ya quité el agua, tengan cuidado”. Ella desde la alberca me gritó “¡Ahí vienen los chavos! ¡Aviéntate!” Mejor bajaré porque ya quitaron el agua y no resbala igual, alcance a murmurar. “No, quédate ahí. Les pediré que me ayuden a aventar agua desde aquí y te avientas”. Ese momento fue un despertar, percibí claramente que el mote de La Leona no era sólo por molestar, realmente tenía un carácter fuerte, tanto que tomaba decisiones por los demás, algo que yo no estaría dispuesto a aceptar jamás. Sin embargo, cuando fueron por los refrescos algo debieron haber platicado entre todos, pues de repente Irma gritó “¡Fernanda, si se avienta le das un beso!” La Leona volvió a gritar “¡Aviéntate!” Y ya no sabía si era una invitación o una orden sin embargo yo seguía ahí quieto, sentado, sin decir palabra alguna sólo viéndolos estupefacto pero para mi suerte, ellos pensaban que me hacía del rogar y Jorge me ayudó “Fernanda, si se avienta ¿le darás el beso?” Y Fernanda asintió con un movimiento de cabeza. “¡Órale guey, aviéntate!” Sólo por sentir los labios de ese rostro pecoso valía la pena el arrojo y ¡sin agua! En el trayecto sentí lo caliente del cemento en las piernas y el trasero que estuve a punto de aullar de dolor. Me aguante como los machos. Fernanda esperaba en las escaleras de la alberca y al acercarme por mi premio me dio un beso en la mejilla. Todos gritaron “¡No se vale Fer, es en la boca!” La Leona era muy hábil para salirse con las suyas, así que de inmediato arguyó “Si se vuelve a aventar se lo daré en la boca”. Ya para ese momento le había perdido el miedo a la altura y voy de nuevo. Al momento de salir de la alberca escucho gritar a las chavas “¡Eeeeeeeehh!” y reír a carcajadas a los amigos. “¡Órale Fer!” escuchaba aún decir a alguna de sus amigas. Los chavos echaron agua a la resbaladilla por última vez y ya estaba de regreso cerca de Fernanda. Cumplió. Salió de inmediato del agua sin decir más y les pidió a sus amigas que se fueran pues ya tenía quince minutos de retraso de la hora permitida en su casa. Se fueron. Al quedarnos solo los amigos Tito “El enano” se me acercó y me dijo “¿Ya tocaste tu short? Tócate las nalgas.” No lo podía creer. Exactamente en la línea que divide en dos porciones carnosas y redondas de mi cuerpo, se encontraba una abertura del mismo tamaño. Me imaginé lo que pudo haber visto Fernanda cuando salí por segunda vez de la alberca y lo que todos pudieron observar cuando volví a subir esas escaleras de dos metro y medio. Pero había valido la tarde. Había cazado a La Leona y sin un rasguño, más que el de la resbaladilla en mi trasero. 
Elan Aguilar*

martes, 8 de julio de 2014

Acapulco



(Cuento: Texto completo. DR.*)

*Elan Aguilar 
 


Si hay un puente vehicular que es sinónimo de sol, arena y mar, que es como mirar las olas, que es un bálsamo para la vista, que es respirar la brisa, ese es el puente Papagayo que anuncia la llegada a Acapulco. No cumplía aún los dieciocho años pero ya tenía el dominio del idioma inglés ¿Para qué rayos servía un idioma extranjero siendo menor de edad? ¿Para leer las instrucciones de uso de un aparato eléctrico donde el manual ya viene hasta en cuatro idiomas? ¿Para leer la novela juvenil del momento y presumir a los amigos que la leí en inglés cuando ya todos la leyeron en español? El idioma es para comunicarse, parlar con las gringas. El lugar ideal, donde se encontraban haciendo fila para conocer un latin lover, era el puerto de Acapulco. Do you wanna fuck? Fue lo primero que aprendí en las escuelas de intercambio “cultural” de algún lugar de México de cuyo nombre prefiero no recordar.
No faltaba el amigo de infancia con el que crecías y juntos continuabas los mismos estudios. La verdad es que Herculano era un baquetón profesional, nacido en la opulencia, no entendía para que tenía que estudiar. Y desarrolló una destreza extraordinaria para copiar los exámenes aún en contra de la voluntad de la víctima. Y así termino su curso de inglés, pensé que lo único que sabía era preguntar y decir el nombre. Pero no. Sin embargo debo reconocer que sus cualidades le permitieron, siendo mayor, llegar a ser presidente municipal. No me pregunten si es un mérito en estos tiempos o cualquier otro.
Herculano hizo planes para ir al puerto a practicar y lucir su diploma del “American Mexican Club” y más por ser los “viejos” amigos, me invitó, previendo cualquier contingencia de traducción, a conocer ACA. Teniendo coches y camionetas para elegir ninguna le prestaron, pues a su edad ya era aficionado al alcohol, al buen alcohol y la cerveza. Tomamos el autobús directo al puerto. En la terminal nos esperaba su primo. Diez años más grande pero con igual virtudes que mi amigo. Un bochito destartalado y un seis de barrilitos “Bienvenidos a Acapulco”.
Herculano pidió ir por una botella de tequila y un litro de Yoli, ese Yoli sabroso hasta que lo compró femza, ese monopolio refresquero y de productos basura. El tequila y el yoli fue en su momento la bebida clásica si visitabas ACA. Otros tiempos, el tequila era cien por ciento de agave y hecho en México, no se cuestionaba. Empezó la fiesta y nos llegó la noche en la Quebrada. Sentados sobre la barda, viendo golpear las olas, la luna nos iluminaba cuando Pepo, el primo de Herculano, empezó a forjar un churro de marihuana. Sentí temor por un momento pues estábamos infringiendo la ley, tanto que Pepo se adelantó “No se asusten, si viene la poli, les invitamos, son bien grifos”. Me tranquilice, por ser mi primera ocasión en el puerto, intuí que el beber y drogarse en vía pública era permitido “si los polis lo hacen” pensé.
A la distancia un grupo de jovencitas ¡Vamos a conocerlas! Les comenté. Pero los primos repusieron “Espera a conocer a las amiguitas de La Huerta”. Este lugar, que dejó de existir después de una de las tantas inundaciones de la costera, llegó a ser, por antonomasia, el sello del puerto, un centro nocturno dentro de un terreno con árboles de mangos, cocoteros, buganvilias y framboyanes y al centro, una enorme palapa circular con dos pistas, pletórico de mujeres de todas edades y de todos lugares vestidas de conejitas, en bikini, de ficheras con vestidos brillosos, de fetish, de vaqueritas con chaparreras, de ángeles, de diablitas, por un momento creí llegar a una fiesta de disfraces y yo no iba preparado. Un enorme letrero antes de ingresar “Prohibida la entrada a uniformados, militares, vendedores y MENORES DE EDAD” “No se asusten, el de la entrada es mi vecino” se adelantó Pepo. Mujeres custodiaban la entrada a la palapa “Hola papi ¿Qué pistola traes?” me dijo una mujer voluptuosa como de treinta y cinco años vestida con chaparreras y sombrero, mientras me tocaba la entrepierna. No, no traigo armas, le contesté pensando que me hacia una revisión de seguridad. Ella sonrió  “Te voy a revisar de todos modos” pasando sus manos por mi cabello, luego por el pecho y la espalda, tocando los glúteos y terminando con una mano en la entrepierna “Ajá, aquí la traes papi” Dando un pequeño apretón a la altura del zíper y di un pequeño salto de reflejo “Pásale muñeco” Y los primos se echaron a reír.
Al día siguiente Herculano amaneció crudo y desvelado, yo me fui a la playa para tratar de encontrar algún extranjero y practicar el inglés. Quedamos de vernos en playa Hornitos al medio día.  Tuve tiempo de caminar por la costera desde el zócalo al centro de convenciones y de regreso a la playa hornitos, donde nos encontramos. Se había comprado un “aceite de coco” en frasco de salsa búfalo, le quedaba un cuarto, el resto lo traía en el cuerpo, brillaba. “Quiero quedar bien bronceado, que cuando me vean sepan que estuve en el mar” la botella le costó diez pesos y cumplió su cometido, quedo como cangrejo, una brasa.
Un resplandor nos cegó, un par de ángeles sentadas en la playa. Una rubia y la otra pelirroja, rojo intenso, cabello quebradizo, piel de durazno. Quede estupefacto ante el ángel pelirrojo y con la mente en  blanco. ¡Esas son! ¡Vamos! Gritó Herculano sacándome de mi letargo.
-          ¿Vamos? ¿A dónde?
-          ¿Qué no estás viendo? ¡Ahí con ellas!
-          ¿Y qué les digo?
-          Pregúntales cómo se llaman y si quieren ir por unas cervezas
Algo me decía que para mi amigo todo giraba en torno al alcohol. E intuía que mi ángel pelirrojo no era de cervezas, merecía lo mejor de Acapulco. Sin embargo me sentí comprometido a presentarme por ser invitado de Herculano.
-          Hello, can we sit?
-          Hello
-          My name is…
Herculano miraba a la rubia mientras me presentaba con mi “petit ange”. Estaba por presentarlo con la rubia pero no fue necesario, ella lo miró de arriba debajo de forma despectiva y eso fue suficiente para decirme que mejor se iba y que nos veíamos en casa de su primo por la noche si quería quedarme. Por supuesto que me quede, más al ver sus hoyuelos de mi ángel al sonreírme. Se llamaba Malena.
-          Malena, i´m going to cruise to rest. Would you like to go?  
-          No. I´m going to spent in the beach for a while, I´ll see you later, Bye.
-          Bye.
Hasta ese momento Acapulco tomó su real dimensión, dejaba de ser un pueblo costero, sucio y lleno de bares y prostitutas, por el glamour y yo era parte de él. Aunque sin un peso en la bolsa. Malena me invito un  agua embotellada y recorrimos la costera. Me tomó de la mano y volé. A la distancia sonaba la canción de outfield “All the love in the world”. Volvimos al muelle, donde se encontraba su crucero. El día, ese malvado día se hizo corto. Tenía el deseo de poder ser un alma fría y subirme de polizonte a ese crucero y llegar a Australia con Malena. Aunque de tajo desperté de mi sueño romántico cuando Malena dijo que su sueño era irse a vivir a Londres. A pesar de ser la ciudad de mis amados Beatles, no siento interés alguno por Inglaterra. Húmedo, frio. Suspiré.
Supe que era un chico con suerte. Malena me beso. Siendo un ángel, sé que en ese beso algo se llevó de mí.
“When you say good bye I die just a little bit, cry
Just a little bit more.”
Nos enviamos cartas durante varios meses. Lo deje de hacer. Me estaba lastimando. Comprendí que lo que se vive en Acapulco, en Acapulco se queda.

* Elan Aguilar.

Las ventajas del fumador


Acné:
los fumadores son más propensos a tener acné porque las toxinas del cigarrillo reducen el flujo de sangre en el cuerpo, lo cual aumenta el riesgo de tener infecciones en la piel.
Vello corporal: las mujeres fumadoras suelen tener más vello corporal porque el consumo de tabaco aumenta el nivel de testosterona en el cuerpo.
Vasos sanguíneos: los fumadores tiene el doble de riesgo de que aparezca un coágulo sanguíneo que una persona que no fuma, lo cual aumenta las posibilidades de muerte súbita.
Mal aliento: los fumadores sufren de mal aliento y, además, los dientes se tornan amarillos.
Genitales: la vida sexual de una mujer no es tan buena como la de una no-fumador. Su hígado procesa el estrógeno, la hormona femenina, con más eficiencia, y eso disminuye el interés de la mujer en el sexo. Para el hombre, en tanto, el cigarrillo debilita el flujo de sangre al pene, lo que significa que los hombres que fuman tienen el doble de posibilidades de tener problemas de erección.
Pelo: las fumadoras tienen pelo frágil, y tienen una tendencia mayor a ser calvos y canosos. Los químicos del tabaco se unen en el pelo, lo cual hace que se quiebre antes de crecer.
Cáncer de pulmón: fumar causa 9 de cada 10 casos de cáncer de pulmón.
Pulmones: fumar daña los pulmones y hace que la respiración sea más difícil. Cuanto más grande sea el fumador, tiene mayores riesgos de contraer enfermedades de obstrucción pulmonar crónica.
Piel con arrugas: la piel de los fumadores sufre de envejecimiento prematuro ya que el tabaco reduce los niveles de colágeno y elastina. La piel de la cara pierde elasticidad y se ve poco saludable.
Uñas amarillas: todos los fumadores tienen uñas amarillas.
Embarazo: los químicos del cigarrillo viajan sin filtro a través del cordón umbilical hasta el feto, por lo que el bebe está aun más expuesto a mayores niveles de químicos peligrosos que la madre.
Aumento de peso: fumar favorece el aumento de la masa corporal.
Estómago: La nicotina genera úlceras.
Stress: efectos colaterales del cigarrillo es el nerviosismo constante. Es un mito que fumar tranquiliza.



¿Eres de las personas que fuman y lo disfrutan? Síguelo haciendo. ¿Eres de las personas que fuman con remordimiento, con sentimiento de culpa, con efectos visibles como fatigarse al subir pocos escalones o sentir como se eleva la presión arterial ante una discusión y piensas que dejar de fumar sería tu solución? Entonces deja de hacerlo y punto. Es así de sencillo. Pero nuestra programación mental te lo pinta distinto. Cada vez que tomas la decisión de no prender un cigarrillo, tus pensamientos encontraran una razón para hacerlo. No pienses. Ahora bien, sino te resulta esto entonces tu cuerpo te puede ayudar, fuma sin remordimientos, aumenta tu consumo, hasta que realmente empieces a sufrir, hasta que el hábito te haga tocar tu limite y se vuelva insoportable.

Elan Aguilar