miércoles, 29 de octubre de 2014

Ser estudiante


Si a mí me hubieran dicho
que iba a llegar el día
en que ser estudiante fuera,
sólo simples objetivos
no lo hubiera creído.

Que alguien nos viera,
siendo indiferentes, digo,
del abuso del poder político,
como simples testigos
no lo hubiera creído.

Que puñal tan fino
éste de cuya herida
el país muere y desangra,
si me lo hubieran dicho
no lo hubiera creído.
            Elan Aguilar

viernes, 24 de octubre de 2014

Empezar otra vez. Películas recomendables

Cada día es peor en la industria del cine. En México poco a poco las nuevas generaciones de directores y productores van sacando de la barranca profunda en que cayó en la época de Echeverría, Portillo, De la Madrid y Salinas. Y la Hollywodense no se diga, una industria creada para la propaganda militar, consumista, etc., interna y externa. Y bueno, después de chutarme varios años de mi infancia y adolescencia en basurilla, hoy difícilmente encuentro, ya no digamos una película que desee comprar para mi colección personal sino para volver a ver. Por cierto, debo decir que de películas de terror las he dejado de consumir de años atrás porque no existe hasta hoy una que valga la pena, me quede con LOS OTROS y hasta ahí.

Pues en medio de la producción industrial del cine, me he encontrado con BEGIN AGAIN, desconozco si en México la dejaran con su traducción literal del título o le pondrán uno diferente que nada tiene que ver con el argumento ¿Quién carajos será el encargado de hacerlo? Qué ganas de joder.

Begin Again es una película estadounidense de género comedia-drama estrenada en 2013, escrita y dirigida por John Carney y protagonizada por Keira Knightley, Mark Ruffalo, Hailee Steinfeld y Adam Levine, reza Wikipedia.

Y es una película fresca, un argumento sencillo y olvidado, el amor. Amor por el prójimo, amor por la pareja, amor por la música, amor por tu trabajo, amor por los amigos, amor por la vida.

Mark Ruffalo no deja de sorprender. Cuando piensas que ya lo ha dado todo y que terminará su carrera encasillado en la saga de marvel siendo el señor Hulk, pues resulta que siempre no. Excelente actuación, a pesar de ser el de mayor experiencia actoral, nunca se come el protagonismo de los demás. Y se vuelve, si, el eje que sobrelleva la historia de principio a fin. Inolvidable. Y la música de la película, ni se diga, excelente. No puedes dejar de verla.

Aquí te comparto el tema principal de la pelí. ¿Te late?

miércoles, 15 de octubre de 2014

Fragilidad


Tus lágrimas
espejos de mi fragilidad.
Recuerdos de un paso efímero.

Mis lágrimas
puertas a la enormidad
y no saber qué vendrá.

Que todo sea mentira.
Quédate aquí
o llévame contigo.

Elan Aguilar

martes, 7 de octubre de 2014

Hacienda Mixquic


 Cuento. (Texto completo. D.R.*)
Elan Aguilar *

Era un joven de espeso cabello oscuro, cara con nariz aguileña y cejas formadas y pobladas. No pasaba desapercibido para mucha gente aunque él parecía no percibirlo. Alegre y sonriente irradiaba una personalidad poco común dentro de una comunidad de adolescentes que más bien eran grises, sin color, casi blancos. Conversaba y se relacionaba con todos a pesar de que entre los hombres generaba envidia, que delante de él ocultaban muy bien. Parecía que ellos se confabulaban para, sin proponérselo, desearle mal. Las jovencitas por su lado, por igual crianza o falta de color, también lo juzgaban diferente, podían sentir atracción pero igual lo ocultaban o varias de ellas tenían hermanos que eran “amigos” del audaz joven y quizá por no contrariarlos se mantenían al margen de salir o tratar con él. Existía una joven de alrededor de dieciséis años, con pecas, su tez blanca, cabello largo, espeso, café claro casi rojizo, de uno setenta metros de estatura y cuerpo atlético. Gustaba de usar jeans elásticos que acentuaban la ya atractiva forma de sus caderas. Nadie escapaba de sus encantos y sin embargo nadie había tratado de mantener una relación con ella. O no se le conocía novio alguno. Todos habían tratado de sacarle un beso y nada más. Se conformaban con decir que la pelirroja del pueblo ya había sido “su novia” sólo por el hecho de besarla, faltaba que fuera cierto pues todos querían presumir del hecho. Cuando se le preguntaba más acerca de ella, terminaban diciendo que estaba hermosa pero loca y preferían cambiar el tema. Por extraña coincidencia nuestros hermosos mozalbetes no se conocían hasta el día en que se llevó a cabo la fiesta popular de la colonia el Mezquite, una de tantas que se llevan a cabo en el transcurso del año para festejar al personaje de una calle, a mejoras de una capilla, para fondos de la ayudantía o simplemente un pretexto para que haya baile y bebedera.  ¿Quién es la chica del cabello rojizo? Preguntó. Los “amigos” al darse cuenta de su interés, confabulados siempre alrededor de su mísera envidia, se apresuraron a animarlo a que la conociera ofreciéndose a presentarla ¿No la conoces? Es guapa ¿no? Si gustas nosotros te la podemos presentar. No, gracias. Ahora voy a presentarme solo. “Hola, me llamo Gerardo ¿Cuál es tu nombre? Me llamo Malena ¿te gusta bailar?”.  Y tomándole de la mano le llevo a la pista de baile. Era música sonidera, grupera, guapachosa, de acabarse la suela, de tanto taconazo. Y ese ritmo duró así casi dos horas durante las cuales no pararon de bailar. El baile y la música resultaron ser una especie de terapia hipnótica durante el cual Malena y Gerardo no dejaban de mirarse a los ojos y estar embelesados uno del otro, aparecían leves sonrisas en sus rostros. A sus veinte años siempre había pasado con mujeres de su edad o mayores, atendiendo el consejo de su padre que siempre le advertía de los peligros de salir con mujeres menores que él. Pero por la apariencia de Malena él dio por sentado que era mayor de edad, además siempre considero de mal gusto preguntar la edad a una mujer. Los “amigos” después de la primera media hora de baile, le gritaban o le hacían señas a Gerardo para que dejara de bailar y regresara con ellos, no porque les interesara que conviviera con ellos, era más bien esa sensación que les quemaba por dentro de su total incapacidad de disfrutar de nada y a Gerardo parecía que hasta “La loca” le estaba haciendo pasar un rato agradable. Fue inútil tratar de llamarlo y tampoco se atrevieron a ir donde él para llamarlo pues consideraban que sería obvio ante los ojos de Malena que se encontraban un poco celosos. Después de dos horas empezaron las baladas ¿Me invitas un refresco? Por supuesto, ven. Vamos a la mesa. No, tráelo, aquí te espero, contestó Malena. Gerardo regreso a la pista de baile con un refresco y se lo ofreció. Toma tú primero, le pidió Malena. Gerardo parecía en estar en estado de hipnosis pues hacia exactamente lo que le pedía. No era su voluntad sino Malena. Gerardo tomo del refresco y Malena le tomo su mano con el envase para luego llevarlo a sus labios carnosos y de un rojo brilloso por su lápiz labial. La chica miró su reloj, se acercó a él y al oído le dijo: me tengo que ir. Y le dio un beso en la mejilla suavemente. Lo sintió como una eternidad y se sonrojo. Toma, háblame. Malena le puso en la mano una servilleta con un teléfono anotado con lápiz labial ¿o era sangre? Cuando intentó decirle adiós Malena ya no estaba y volvió a ver la servilleta sintiendo el deseo de besarla, no lo hizo, pero si se la llevó a la nariz: podía oler a Malena.

Llegó Gerardo a casa de la pretendida jovencita. Abrió la puerta y se quedaron sentados afuera, en el borde de la puerta. Eran las nueve de la noche cuando Malena lo tomó del rostro y lo beso. Él se encontraba estupefacto. Era lo que iba pensando cuando se dirigía con Malena pero nunca le había sucedido algo similar. “Si eso es todo lo que quieres, ya lo tienes” le dijo Malena. ¿Un beso? No, te quiero a ti. ¿Me quieres a mí? ¿Estás seguro? Tan seguro que por eso estoy aquí, contesto Gerardo. Creo que antes deberías saber ciertas cosas de mí. Él recordó en ese momento ciertas historias sobre ella, como aquellos que aseguraban que la muerte de algún familiar se había dado justo después de que la dejaban de ver y ella les amenazaba “te acordarás de mí” o como aquellos otros que la culpaban de padecer acné en cuanto empezaron a expresarse mal de ella y que a pesar de tratamientos y cremas quedaban con rostro cacarizo. Pero el entendía que eran las historias que se contaban entre los “amigos” y no le daba mayor importancia. Además él si de algo adolecía era de ser supersticioso. Pero algo centro su atención, a pesar de ser un pueblo pequeño, nadie entre sus conocidos había conocido a sus padres ni cómo se llamaban ¿O viviría con sus familiares? ¿Ya habrían muerto sus padres? ¿Era huérfana? Cuando tomó consciencia que el rato que llevaban sentados no había escuchado ruido alguno del interior de la casa: una radio prendida, una plática de comedor, nada. ¿Y qué es lo necesito saber de ti? Preguntó Gerardo. Te lo contaré pero espero no me dejes de ver por ello: escucho voces. Bueno yo también escucho voces, se escuchan las voces de los vecinos por ejemplo. No, escucho voces de la nada. También puedo ver espíritus o transfiguraciones. ¿Y eso es malo? Pues me han dejado de ver cuando les comento esto y empiezan a decir que estoy loca ¿Crees que estoy loca? Creo que estas muy bonita. No, en serio ¿quieres comprobarlo?  No es necesario, con verte a ti me basta. Bueno, espero que no dejes de visitarme por lo que te he platicado o peor, que hables mal de mí porque sabes lo que les pasa. No, no sé qué les ha pasado pero si me gustaría seguir viéndote. ¿Oye, y tus papás? ¿Qué tienen mis papás? ¿Están en casa? Sí, pero ya deben estar durmiendo, se duermen temprano. ¿Me puedes regalar un vaso de agua? Preguntó Gerardo e intentó abrir la puerta para mirar dentro, había entreabierto la puerta cuando miró un gato pardo, enorme, sentado detrás de la puerta y mirándolo fijamente. ¡Geist! Dijo Malena alegremente. Este es Geist mi gato. Ven échate aquí, a mi lado. Y el gato se acurrucó a un lado de ella. Bien Malena, me tengo que ir, ya es un poco tarde. Malena lo tomó del rostro y lo beso con deseo, como si tuviera un rico dulce entre sus labios. Él empezó a sentirse excitado y con una mano le tomó la cintura y la bajo un poco para sentir sus amplias caderas. Pensaba en tocar sus pechos pero creía que sería un exceso, cuando Malena le tomó su mano y se la llevó a su busto. Le excito sobremanera pero definitivamente nunca le había sucedido algo similar. Con discreción quitó su mano de los senos de Malena y se levantó. Nos vemos Malena. Te busco en la semana. No. ¿No? ¿Por qué? Será que ahora tú eres la que ya no quiere verme. Nada de eso Gerardo, pero que te parece si mejor nos vemos el fin de semana para ir a acampar. ¿A acampar? ¿Dónde? A la hacienda de Mixquic, por Santa Cruz ¿La conoces? No, pero esta excelente la idea. Te gustará, es una hacienda abandonada y la gente de la comunidad la ha acondicionado como un balneario rústico y unos galerones con camas y sus áreas para acampar. Perfecto, no se hable más, yo llevo la casa de campaña y comida. No, la comida la llevo yo, allá tienen una cocina rústica. Te prepararé. Te gustará. Bueno, adiós, el que mucho se despide pocas ganas tiene de irse, adiós. Paso el sábado. Todo pintaba maravilloso, sería quincena el fin de semana y su padre le daría dinero, tendría algo para invitarle.

El camión hizo parada en un crucero y de ahí caminando hacía Santa Cruz, desviándose por una vereda del camino hasta encontrar de frente la entrada, una reja metálica y a un costado un cuarto con una pequeña ventana y unas letras desteñidas “taquilla”, pero no había nadie. ¿Quién cobra? Preguntó Gerardo. Quizá estén adentro haciendo otras cosas. ¿Esperamos? No, entremos. Luego nos encontraran para cobrarnos. A la distancia una construcción antigua, a su lado una palapa con cocina y más allá lo que parecía ser una alberca. Al llegar a la construcción, que albergaba unos galerones de techos altos, Gerardo estaba por preguntar si serían los únicos en el lugar cuando escuchó voces que venían detrás de un arco.

La hacienda se encuentra en desnivel, pasando ese arco encontraras las escaleras que bajan a lo que se supone fue una antigua hacienda de caña, le dijo Malena cuando lo vio acercarse al arco. ¿Se supone? Bueno, se supone porque también se dice que fue un convento de monjas que fueron asesinadas por lugareños. ¿Por gente del lugar? Imposible, la gente de estos rumbos es muy, muy tranquila, y recuerda que todo, con los años empeora no mejora. No podrían ser lo contrario. Te dije que eso es lo que dicen, no me creas. Bueno, bajaré para conocer. Mientras yo iré a pagar y que nos asignen un dormitorio. Te espero en la alberca.

Gerardo bajo a la hacienda, el lugar tiene una energía fuerte, a pesar de tenerlo abandonado, pensó. De las paredes nacían árboles y mala yerba, además de ya no contar con el techo, quedaba sólo la estructura de una magnifica construcción, llena de cuartos amplios divididos por puertas perfectamente alineadas a los cuatro puntos cardinales, observaba cuando el ruido de voces que llegaban del centro de la estructura le quitaron su embelesamiento. Seguro son otros campistas, ¡Hola! ¡Buenas tardes! Saludó. ¡Jajajajajajaja! Reían las señoras y parecían estar contándose anécdotas que no se percataron de su presencia. El día pardeaba y se oscurecía el lugar, más aún por lo tupido del follaje. Recordó su cita en la alberca con Malena y regresó al área de acampar. No tenía idea de cuánto tiempo había permanecido abajo pero la luz del día había desaparecido para dar paso a la luna llena. Lo que permitía tener una buena visibilidad del lugar aunque el único lugar con luz era la cocina de la palapa con su fogón prendido. Sintió un hambre feroz. No había comido nada durante el día. Así que fue directo a la alberca a buscar a Malena para invitarla a comer. La temperatura empezó a bajar. Llegó a la alberca y se llevó una decepción: no tenía agua. ¡Malena! Gritó Gerardo para tratar de ubicarla ¡Aquí! ¡Date prisa! ¡Vamos a comer! Contestó Malena. Al acercarse a la cocina miró a Malena de espalda, en traje de baño, exquisita, preparando los alimentos en la cacerola y sentadas alrededor, un grupo de señoras que no se les miraba su rostro y parecían platicar entre ellas. Mira, acércate ¿Qué tal huele? Malena metió la cuchara en el recipiente y lo sacó rebosante de su mezcla. Gerardo se acercó a oler y vio en la cuchara un globo ocular ¿Qué es eso? Preguntó volteando a ver a Malena que se encontraba con cuencas en lugar de ojos. ¡Devórame los ojos! Y Gerardo hizo exactamente lo que se le pidió.