sábado, 23 de marzo de 2019

Un día en la vida de Guadalupe

Un día en la vida de Guadalupe

Guadalupe había cumplido 22 años, deseaba poder levantarse tarde, llegar a la mesa y ver un desayuno en la mesa, no importaba si era sólo un café bien caliente y una pieza de pan dulce, tranquilamente disfrutaría cada pedazo del pan remojado en café, después se iría con calma a tomar un baño, de refrescante agua, sobre todo porque ya empezaban los calores de abril, imaginaba poder estrenar un bote de shampoo de esas marcas que anunciaban por todos lados y que dejaban el pelo sedoso y brillante, se llenaría la mano del líquido jabonoso, no importaba que escurriera, y llenarse el cabello, enjuagarlo, y salir de ahí con apariencia de ser otra, aquella de la publicidad ¿qué pasaría después? Se pondría ropa nueva que sus familiares cercanos le hayan regalado para esa fecha que debería ser la más importante para todo mundo. Y después de cambiarse, hacer un poco de tiempo, sentarse fuera de la casa para ver el paisaje, o quizá ver pasar a las personas y tener la oportunidad de decirles que hoy, no era cualquier día, que hoy había que festejar, y todos estaban invitados. Seguro algún par de ellos aceptaría la invitación, y para la tarde, cortarían el pastel, hecho del sabor que ella imaginaba sería el más rico, pues nunca lo había probado, de cajeta. Partirían el pastel entre esos amigos de paso, tomaría otra taza de café, escucharía las historias de sus invitados, seguro reirían un rato, notarían lo hermoso que se vería su cabello y antes de que oscureciera, se empezaría a despedir de ellos para poder estar un rato en su cuarto, tal vez leyendo, tal vez escribiendo en su diario, lo magnifico que había pasado su cumpleaños. Pero el reloj sonó la alarma mientras se frotaba los ojos, era tiempo de levantarse, de mojarse la cara y cambiarse lo más pronto posible para llegar a tiempo al trabajo, esa rutina de todos los días que no estaba imposibilitada a abandonar porque no deseaba dejar de apoyar a su madre, de cuidar de ella, a pesar de que el padrastro dijera que no debería preocuparse porque él se encargaba de todo. Por supuesto, no era así, quizá por el contrario, llegará a quitarle algo de dinero del que le daba Guadalupe a su madre. Le costaba trabajo levantarse, se sentía cansada, el cuerpo, a pesar de ser delgada decía, le pesaba. Cuando Guadalupe llegaba a su trabajo, un espacio de venta de accesorios y teléfonos inalámbricos, le empezaba a doler la cabeza, ella siempre decía que era por falta de alimentos, que en cuanto desayunara o se tomara algún alimento, se le quitaría. Sus dolores de cabeza le acompañaban todo el día, y ella replicaba que era por el trato con los clientes, muchos de ellos eran tan absurdos, insistentes, groseros, y rápido perdía el control y se irritaba, quizá, pensaba, era el motivo por el que no sólo le dolía la cabeza, también se irritaba con facilidad. Guadalupe reconoció con su jefe el día que le entrevistó, que había noches en que no podía dormir, sentía una opresión en su cuerpo, se le iba el sueño. Fue el motivo por el que su jefe le pidió que buscara algún tipo de ayuda, su jefe no podía ayudarla pero sabía por ciertas experiencias de él conocidas, que lo que Guadalupe vivía no era sólo un problema físico.

El jefe de Guadalupe, le había dado el día por su cumpleaños, pero ella se había negado “no es para tanto, es sólo mi cumpleaños” y anteponía que tenía poco de haber entrado a trabajar, no deseaba deber favores, además ¿Qué patrón es tan amable de dar días de descanso así porque sí? ¿Y si más adelante se cobra el favor? ¿Y si mi pide hacer algo que yo no deseo? No, era mejor trabajar como siempre. A su empleador le pareció un acto de una persona muy responsable y le pareció una buena actitud hacia su trabajo. Él sabía de la condición económica de Guadalupe, y eso había influido para contratarla a pesar de que no tenía ninguna experiencia previa en atención a clientes y de temas de accesorios y de telefonía en general. Y dado el compromiso mostrado por Guadalupe hacía su trabajo, el patrón aprovechó para comprar un pequeño pastel y poderlo compartir con sus otros dos empleados: Carla y Juan. Allí todos eran amantes del café por lo que les invitó también un café a cada uno, era para él la manera de agradecerle a Guadalupe su actitud hacia el negocio. Guadalupe cuando lo vio llegar al establecimiento con el pequeño pastel y los cafés, agradeció el gesto, pero en sus adentros todo era duda y más confusión ¿Qué querrá? ¿Qué pretende? ¿No le dirá nada la esposa por estar comprando pasteles a otras mujeres? Es seguro que quiera lo que todos los hombres quieren, pensaba. Carla y Juan le preguntaron por su novio, si irían por ella después del trabajo y si la llevaría a algún lugar “No, no creo, estoy pensando en terminar con él” les contestó. Guadalupe les comentó del recelo que sentía por el novio, tenía la sospecha de que era infiel, que mentía, como todos los hombres lo hacen, y que tarde o temprano, la engañaría. Carla y Juan no le dieron importancia al comentario, pues Guadalupe lo había comentado de una manera fría, inexpresiva, tal vez sólo era por hacer charla mientras degustaban el pastel. El patrón terminó de contar una nueva mercancía y se despidió de ellos, deseándole nuevamente a Guadalupe lo mejor en su cumpleaños y en la vida “siempre puedes contar conmigo como un amigo Guadalupe”. No, este se me hace que ya va por otro lado, pensó. Cuando empezaron sus actividades, entró un señor de unos cuarenta y tantos años preguntando  por el nuevo modelo de celular, se dirigió a Guadalupe ¿Por qué se dirigió a mí primero? ¿Por qué no fue con Carla? ¿O con Juan que le gustan los hombres? ¿Tengo cara de puta? ¿De ser fácil? Con cierta molestia lo atendió.

Guadalupe le mostró el nuevo modelo de celular que les había llegado, el cliente le empezó a preguntar por las características del teléfono “Dime ¿y que lo hace diferente de los anteriores?” ¿Qué insinúa? Guadalupe conforme pásame el tiempo atendiéndole, empezó a transpirar en demasía, era una tarde calurosa pero dentro de la plaza y el aire acondicionado del local, era llamativo que sudara como lo hacía. Juan a la distancia observó que Guadalupe además de mojar la playera en la parte de las axilas, como que temblaba. El cliente estaba concentrado en el nuevo teléfono. Ella empezó a sentirse fatigada, cansada, tal vez el pastel no lo haya digerido bien por que comió demasiado, pensó. Juan se acercó para auxiliarla, le pidió que le ayudará a etiquetar la nueva mercancía, mientras él se “hacía cargo del cliente” señalo a Guadalupe con sonrisa traviesa. Guadalupe acepto porque no sentía que pudiera seguir parada en el mostrador por más tiempo. Mientras etiquetaba empezó a pensar en su madre ¿Dónde estará? ¿Qué estará haciendo? ¿Y si muere mientras estoy aquí en el trabajo? ¿Qué va hacer  mi madre sin mí? ¿La abandonará mi padrastro cuando ya no esté? Continuó haciendo su labor y empezó a pensar en el hecho de encontrarse ubicados en la planta alta de la plaza ¿Y si tiembla en este momento? ¿Resistirá este edificio? ¿Y si muero? ¿Quién va a cuidar a mi madre? Carla la miró, había dejado de etiquetar, y se encontraba pensativa, con la mirada fija en algún punto, tenía el rostro triste. Carla lo único que llegó a pensar era que seguro por su cumpleaños, la estarían esperando temprano en su casa, a lo que se acercó a ella para decirle que dejara de etiquetar y se fuera a casa, el patrón ya le había dicho que si se quería ir más temprano que lo hiciera “Así que vete a casa a descansar Lupita”. Guadalupe aceptó, se retiró con cierta prisa del lugar esperando encontrar con vida a su madre o que no temblara antes de llegar a casa.

Elan Aguilar

miércoles, 23 de enero de 2019

Feliz Año Nuevo Alfredo


Hasta enero 2019 pude ver la película de Bohemian Rhapsody, ya después de un par de meses de su proyección en cartelera, y poder constatar que la industria de las grandes productoras de cine basura Hollywodense impone modas de igual manufactura, efímeras. Ponen a andar el marketing de publicidad en el mundo de las redes con fuerza y vaya que les rinde grandes ganancias, ante una comunidad de consumidores bien educados ¿o programados sería más adecuado? En este momento, las aguas del rock de la "Reina" inglesa volvieron a su curso, sólo los que nacimos bajo el signo de Queen, Kiss, Led Zeppelin, The Beatles, The Doors, seguimos escuchando sin presión, sin pose, hasta con gozo cada rola que los momentos de esparcimiento permiten.  A tal grado llega el sinsentido de las modas efímeras del cine hollywodense que algunas madres cincuentonas daban cuenta en las redes de cómo llegaban al éxtasis, al escuchar a sus retoños tararear "bohemian rhapsody" y no alguna de un reggetonero trasnochado "gracias a dios".
Después de muchos churros sobre temas de ovnis, donde todos los encuentros cercanos del tercer y cuarto tipo sucedían en Estados Unidos, al público le cayó el veinte "¿Cómo puede ser que todos los marcianitos lleguen a Hollywood (perdón, a Estados Unidos)?" Bueno, el que paga manda, y usted paga pero no manda, así que lo hacen que se chute toda la cultura del consumo de los gringos y no sólo paga sino que se va contento a casa, esperando a que llegue el día de Halloween para disfrazar a su pequeño de grinch y pedir "trick or treat" o "dulce o travesura". 
La industria de miles de millones de dolares que les otorga la mercadotecnia para venderle "a la mente no a la gente" es uno de los frentes del sistema económico neoliberal para tratar de perpetuarse primero en gringolandia y en el resto de países donde tienen sus grandes negocios y transnacionales: desde las minoristas walmart-superama-sam´s, pasando por imponer modas literarias de igual confección: basura, con su marca editorial pinwin que empieza, tal como la coca cola, a adquirir la mayoría de los sellos editoriales para posterior encarecer o dejar de publicar a los escritores necesarios para poner en cada vitrina su producto despojo, la cocacola o el yongrin, mientras usted sigue perdiendo unidad e identidad para convertirse en un hot dog o una hamburguesa radiante, tal como aquel político obeso y peluquín.
Y todo esta sana reflexión, por lo menos para mí, gracias a esas escenas de bohemian rhapsody, donde descaradamente sacan a Queen "saltando a la fama" gracias a su "tour" ¡por los Estado Unidos! Jajaja (Me recuerdan a televisa, quisieran haber comprado la UNAM o por lo menos su identidad). No, Queen y quizá todos los grandes grupos ingleses de rock nunca han necesitado de hacer tour en USA para alcanzar fama, van con fama a recabar dolares: business are business. A considerar el escozor que les causa México a cierto sector Hollywodense, que no aparece en aquella escena de su tour mundial de la película, la bandera de México (Cuando también fue parte del tour Bohemian Rhapsody, Puebla y Monterrey). 
Usted debería saber que México es el segundo país, después de Estado Unidos, que le genera más ganancias por sus desperdicios de celuloide. 

¿Tiene que ver los ingresos de taquilla con la entrega de estatuilla del Oscar o de verdad es una gran actuación? Eso usted lo decide.



martes, 20 de febrero de 2018

DALÍ

Sé que ahora estas en el cielo
aunque aquí llueve adentro
no te preocupes,
va a parar.
Se me empañan los ojos
cuando digo que todo va a estar bien
y te recuerdo,
todo va a estar bien.
Voy a seguir, no esperaré sentado
nos volveremos a reunir
y tu me guiarás,
mi salida hacia el cielo.
Y te hablo y no sé si
me escuchas
que necesito más días
volver a nadar,
volver a correr,
volver a jugar me encantaría.
Se que tu estas en el cielo
y yo aquí, en la tierra
esperando renacer.
Te amo.

jueves, 28 de diciembre de 2017

Seis propuestas de Año Nuevo

Luna 

Seis hábitos para recordarme durante el 2018:

Perdón. Una acción difícil de llevar a cabo, sobre todo, si se trata
de aplicarla a uno mismo. En esta vida, las enseñanzas siempre
transcurren a través de acierto y error. Y los errores, siempre son, se
me olvida, los que mejores enseñanzas me han dejado. Si ya me he perdonado ¿importa que los demás lo hagan? Esperar que mi vida vaya acorde a las expectativas de los demás es insano. Vivo y dejo vivir. 
Gratitud. Esa loca manía de ver hacia afuera en lugar de adentro,
ver el vaso medio vacío, de mirar el agujero de la rosca. Agradeceré
todo, tanto lo que tengo como lo que creo que me hace falta, tanto las buenas obras como las omisiones, tanto la salud como la enfermedad, tanto las presencias como las ausencias. Gracias
Ejercicio.  Como cada año, esta hábito es permanente en la existencia del ser humano, o debería serlo. Tanto el físico como el mental: realizar lecturas, abrir un libro y leer por lo menos quince minutos si no se cuenta con esta disciplina, ayudará a mantener un cerebro sano. 
Meditar. La práctica de la oración o del yoga, son buenas alternativas
para un ser neurótico como yo. Un ejercicio sencillo es empezar por atender nuestra respiración. Sentado o acostado, de manera cómoda, hacer inhalaciones y exhalaciones profundas mientras concentramos nuestra atención en el aire que entra y sale por la nariz. Cinco minutos al día bastan para iniciar.
Resiliencia.    La práctica diaria de adaptarme. Adaptarme a los demás, a las circunstancias, de aceptar lo malo, lo bueno, la enfermedad, la salud, la vida y la muerte. Adecuarme a las circunstancias, sin juzgar, sin prejuicios, me adapto. 
Simplificar.     “Quien mucho abarca, poco aprieta”. Identificar lo verdaderamente importante: en lo personal, en el trabajo, en la escuela y mi tiempo de ocio. La vida es breve y no se debería malgastar en infiernitos, ni en donde no lo llaman a uno. Hay que estar donde lo quieran a uno, donde podamos servir, donde podamos ser útiles.

Tú que me has leído, te deseo lo mejor siempre, salud, amor y prosperidad, y que juntos podamos construir una sociedad mejor. Abrazo fraterno. 
Elan Aguilar.

viernes, 20 de octubre de 2017

LA LECTORA

LA LECTORA
Ay, huesudo de mis recuerdos,
se quejaba en el panteón
una calaca mixteca
por enterarse de las rebajas
de la Librería Eureka.
Si me dejan yo regreso,
y no cometer el error
sollozaba con dolor,
pues leer sólo quería
y olvidar lo que veía
soledad y mucha flor.

                  Elan Aguilar

Con amor a Librería Eureka 

miércoles, 4 de octubre de 2017

Contramuro 19

No he tenido tiempo de reaccionar,
todo quedo en escombros,
aún mi alma no se puede levantar,
ni tiempo de llorar.

Algo superior me derrumbó,
todo me arrebató,
ni certeza, ni lágrimas,
ni el pasado me dejó.

Los lugares que frecuenté,
las casas que visité,
las aventuras que viví.
Se esfumaron acongojadamente.

Todo plan y futuro se fracturó.
¿Qué haré aquí?
Con un corazón roto, mi Dios
Tú serás mi contramuro.


Elan Aguilar

viernes, 30 de junio de 2017

El intocable


Todo pasa en el colectivo. De verdad, date la oportunidad de viajar en micro, si no, te estas perdiendo la vida. Hoy iba full la troca, no cabían más, era la ruta de la siete, cuando toda la bandita escolar quiere llegar al cuarto para la hora a la escuela y los "employies" al trabajo. Lleno, de verdad. Ese camión tenía más parecido a una salchicha argentina, atascada de carne, de chamacos sin peinar y doñitas enchinando la pestaña. Última parada de la colonia antes de salir a las agresivas corrientes del tráfico de la avenida. "¿Se va a parar? Que no chingue. Que se los lleve en las piernas" comentó un señor octogenario que parecía ir flotando en el pasillo, ya que se encontraba metido entre dos torres: un par jóvenes como de metro ochenta con sus playeras de la universidad. ¡Vámonos! Gritaron todos. Había unos pequeños letreros en las ventanillas a la mitad del corredor que decían "Pasajeros sentados 26. De pie: 12" Y aunque los conté tres veces no me salía la cuenta, habíamos sesenta y dos pasajeros. Con personas volando en los estribos, el conductor insistía en subir a sus "últimos dos pasajeros" como prometía, pero ya nadie le creía y la gente se rebelaba ¡Los de las puertas que no se muevan¡ ¡Vámonos! gritaba la gente. En un intento desesperado o de la infinita sabiduría del chofer, este sólo alcanzó a decir: "O se recorren o les quito la música de Intocable".
Elan Aguilar