Elan Aguilar.* Cuento. Texto completo. DR*
Este título es muy tardío, se encuentra por primera
vez en el siglo VII, en el país de Aquitania. En el prólogo aparece la firma de
Tito, quien afirma haber estado al frente de los batallones de Vespesiano para
dar castigo a quienes dieron muerte al Justo y Salvador de los hombres. El Papa
III cita la traducción bajo el nombre de “Actas de Pilatos”. Posterior, en el
siglo XIII se hace una traducción al griego y al que denominan como “Hechos de
Pilatos”.
Siendo Rey de Aquitania, dejo bajo mi resguardo el
testimonio del procurador de Judea, quien viendo rebasada su autoridad di mi
apoyo para dar muerte a los ofensores del hijo de Dios, hombre Justo y Salvador
de los hombres. Os suplico a cuantos leáis tales cosas, que oréis por mí, a fin
de que Dios interceda y me perdone mis culpas y negligencias que haya cometido.
Salud a los que escuchen.
Capítulo I. El Sanedrín presenta al acusado
1.
Yo Poncio Pilatos, que fui procurador de Judea hasta el año 36 de la era de
Nuestro Señor Jesucristo, hago constar los siguientes hechos:
2.
Fui procurador de Judea por encargo del emperador Tiberio Cesar, que me fue
otorgada por servir con distinción en las campañas militares y miembro
sobresaliente de la Ordo Equester.
3.
Judea era la provincia más conflictiva y subversiva del imperio y el líder del
grupo de extremistas judíos se llamaba Barrabás. A quien personalmente lleve
preso a mi llegada a esta prefectura en el año 26.
4.
Fui temido por el Sanedrín al ver que no cedería ante su corruptibilidad y
llevar a cabo mi tarea, a saber, hacer efectivo el tributo e imponer el orden.
5.
A un año de mi llegada a estas tierras escuché de un hombre llamado Jesús de 34
años que se hizo bautizar por el Bautista y empezó a predicar, a sanar a los enfermos,
resucitar a los muertos, llevar justicia a las mujeres, darle de comer a los
hambrientos, convertir el agua en vino,
6.
Mi esposa Claudia, atraída por los comentarios de la muchedumbre, después de
asistir a uno de sus sermones quedo sana de sus dolencias y empezó por seguir a
Jesús y conoció a María y José que dijeron ser sus padres.
7.
En el año 30, se presentaron ante mí Anás, Caifás, Judas y otros tantos judíos
de calidad para acusar a Jesús: Anda diciendo que nació sin concepción carnal y
sabemos que es hijo de José el carpintero y de María. Se hace llamar hijo de
Dios, más con hechos profana el sábado y viola la ley de nuestros padres.
8.
Les pregunté ¿Qué es lo que hace en sábado y qué dice su ley? Los judíos
contestaron: la ley manda santificar el sábado y prohíbe curar en este día. Más
él, cura ciegos, sordos, cojos, paralíticos, leprosos, poseídos y da de comer
al necesitado.
9.
Repuse: Raza de víboras, no tienen descanso. Aun si esta provincia no
perteneciera al Imperio, ustedes seguirían maquinando cosas contra sus propios
hermanos.
10. Ellos replicaron: es
practicante de alta magia, puesto que por satanás, expulsa los demonios y por
él también cura a los enfermos.
11. Dije, no es el espíritu
inmundo quien puede expulsar los demonios, sino por la virtud del creador.
12. Respondieron todos: Te
suplicamos hagas venir a Jesús a tu tribunal. Sabiendo del aprecio que Claudia
mi esposa profesaba por este hombre y en su consideración ordené a un
mensajero: Trae a Jesús ante mí y trátalo con dulzura.
13. El mensajero tendió su
manto ante él e inclinando la cabeza dijo: Señor, camina sobre este manto,
porque el gobernador te llama.
14. Los judíos llenos de
ira preguntaron ¿Por qué tu mensajero lo adora si es un gentil?
15. ¿Y los que adoran de
los suyos las figuras de oro, no son también judíos? ¿Qué dice su ley?
16. Volviendo a insistir:
pregúntale por qué lo adora. Llame al mensajero ¿Por qué obras así? Y él
repuso: he escuchado a los niños gritar “Salve, hijo de Dios. Salud al que está
en los cielos.” Y creí.
17. Les pregunté a los
judíos ¿Es verdad que los niños gritaban así? Así es, contestaron. Si vosotros
mismos confirmáis que los hijos de los judíos se expresaban así ¿En qué, digan,
es culpable el mensajero? Callaron.
18. Volví a pedir: Ve, e
introdúcelo. Al entrar Jesús en el Pretorio, los pendones de los abanderados se
inclinaron por si mismas, y los judíos culparon del hecho a los abanderados.
19. ¿Despotricáis contra
mis abanderados? Elegid por vosotros mismos hombres fuertes de su raza para que
empuñen las banderas y ya veremos. Ordené al mensajero llevar afuera a Jesús
20. Los ancianos de los
judíos eligieron doce varones robustos. Los conminé: ¡Por la salud del César:
si las banderas se inclinan cuando él entre, serán enviados a servir al
emperador! Ordené que entrase al Pretorio por segunda vez.
Capítulo II. Claudia intercede ante el Sanedrín
1.
Ordené que entrase Jesús por segunda vez. El mensajero rogó de nuevo que
entrase y pasara por su manto. Al entrar, las banderas se inclinaron. Al ver
esto los judíos quedaron sobrecogidos y comenzaron a agitarse, no sé si por el
hecho acontecido o porque habían perdido a doce de los suyos, entre los que se
contaban alguno de sus hijos.
2.
¿No te habíamos dicho que era un encantador? Aquí tienes 30 monedas de plata,
devuélvenos a nuestros varones.
3.
Al oír esto dije a los judíos: ustedes fueron los que culparon a mis
abanderados y ustedes quienes propusieron que estaban faltando a su labor.
¿Ahora quieren que yo falte a mi palabra por 30 monedas de plata? Llame a la
guardia y solicite llevaran a los doce varones a resguardo para servir al
César.
4.
Vi entristecer el rostro de más de seis ancianos, al retirar a los doce judíos.
Entrando al Pretorio mi mujer Claudia Prócula me dijo: No hagas nada contra ese
Justo, porque he sufrido mucho en sueños en estos días a causa de él.
5.
Empero Anás y Caifás insistieron diciendo: Toda la multitud grita que ha nacido
de la fornicación y que es un hechicero. Y aquellos que deponen en contra son
sus prosélitos y sus discípulos.
6.
¿Qué son los prosélitos? Y ellos respondieron: Son hijos de paganos, que ahora
se han hecho judíos.
7.
¿Ahora culpan a mi esposa de ser Prosélito o discípulo? ¿Por qué no le
prohibieron cuando ella mando construir
para vosotros numerosas sinagogas? Callaron.
8.
Le dije a Jesús ¿No oyes lo que estos dicen contra ti? ¿Nada contestas?
9.
Jesús repuso: Es a ellos, y no a mí, a quien Dios preceptuó: No levantaréis
falso testimonio.
10. Les dije a los judíos:
Tomadlo y juzgadlo según vuestra ley. Mas los judíos repusieron: No nos está
permitido matar a nadie. Viendo el
rostro de Jesús, reargüí: ¿Por qué quieren hacer perecer a Jesús? ¿Quieren
hacerlo perecer, por ejecutar una buena obra?
11. Repusieron: Quiere
desaparecer la Ley de nuestros padres, la de Abraham, la de Moisés. Les dije:
Pongo al sol y a mi esposa por testigo de que nada he encontrado de castigo en
este hombre.
Capítulo III. Diálogo con Jesús.
1.
Entonces ordené que saliese todo el pueblo y el Sanedrín, y envíe al mensajero
para que pusiese aparte a Jesús para hablar con él.
2.
Dime ¿A quién hago caso? El respondió: Haced y cumplid de acuerdo a tu Ley,
pero no actuéis como ellos, porque no practican lo que predican. Lían fardos
pesados y los echan en los hombros de los demás, pero ellos no quieren levantar
ni un dedo.
3.
Pregunté ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús dijo: ¿Permitirías que al César
le levantaran falso testimonio? Si mi reino fuera de este mundo, no estaría
aquí. Mis servidores habrían peleado para que yo no fuera entregado.
4. Le volví a preguntar ¿Qué has hecho? Jesús
respondió: Ya los has visto. Pagan el diezmo de la menta, del eneldo y del
comino, pero pasan por alto lo más grave de la Ley: la justicia, la
misericordia y la lealtad.
5.
Repuse ¿Luego eres tú el hijo de Dios? Replicó Jesús: Yo para esto he nacido y
para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que oye mi
palabra la verdad escucha.
6.
¿Qué es la verdad? Y Jesús respondió: La verdad viene del cielo. Y repuse: ¿No
hay, pues, verdad sobre la tierra? Jesús dijo: Mira cómo los que manifiestan la
verdad sobre la tierra son juzgados por los que tienen poder sobre la tierra.
7.
Levantan sepulcros a los profetas y adornan los monumentos a los justos. Dando
testimonio de que son hijos de quienes asesinaron a los profetas. Colmaran
ahora la medida de sus padres.
8.
Claudia que se encontraba escuchando detrás de un pendón entró y arrodillándose
dijo: Señor Jesús ten piedad y perdona nuestras faltas. Agarre a Claudia del
hombro para levantarla.
9.
Jesús dijo: No teman y tengan confianza. Todo aquí ha de pasar para que se
cumplan las escrituras, porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido,
sino a servir y dar su vida en rescate por muchos.
10. Yo pregunte ¿Qué haré a
tu respecto? Jesús dijo: Haz lo que debes. Moisés y los profetas han predicho
esta pasión y mi resurrección.
Capítulo IV. Partida a Damasco
1.
De vuelta al Pretorio, convoque de nuevo al Sanedrín y a la muchedumbre que iba
con ellos y les dije: Sabéis que de acuerdo a la costumbre, el día de los
Ázimos os concedo la gracia de soltar a un preso. Encarcelado tengo al asesino
de soldados, que se llama
2. Barrabás, y no encuentro en Jesús nada que
merezca la muerte. ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y todos
respondieron a voz en grito: ¡Suéltanos a Barrabás!
3.
Y repuse: ¿Qué haré de Jesús, llamado el rey de los judíos? Y exclamaron todos:
¡Crucifícalo!
4.
Siempre habéis sido una raza sediciosa. Caiga su sangre, pues, sobre vosotros y
sobre vuestros hijos hasta el fin de este mundo. Lavándome las manos, como es costumbre,
al terminar un juicio.
5.
Dirigiéndome a Jesús continúe: Tal como está escrito en los estatutos de
vuestros antiguos príncipes, ordeno, pues, que seas azotado. Y en seguida, a
ser crucificado junto a Dimas y Gestas, dos malhechores que ya han sido
sentenciados a muerte.
6.
Vino después de la crucifixión, un tal José a pedirme el cuerpo de Jesús para
darle sepultura. Envié a la guardia con él para que le entregasen el cuerpo.
7.
Después de 40 noches, apareció Jesús ante mí: No temas, he regresado para
levantar la tienda caída de David. Tú me ayudarás. Repliqué: ¿Cómo podrá ser
eso si soy un pagano? ¿Cuándo, cómo lo sabré? Y dijo: Lo sabrás. Volví a
preguntar: ¿Qué necesito? Él dijo: No llevéis nada para el camino, ni bastón,
ni morral, ni comida, ni dinero, ni tampoco dos túnicas. Cree solamente.
8. Después de seis
años, y llegando el rey Tito a sitiar la ciudad para vengar la muerte del
Justo, entregué mi cargo al emperador César con una carta en la que doy parte
de los hechos acontecidos y partí sin más a Damasco para encontrarme con
Claudia, quien había iniciado a los gentiles a invocar el nombre del Señor