jueves, 10 de septiembre de 2015

Obediencia o Rebeldía: Las hermanas Papin.


Anexo el siguiente caso criminal - clínico dentro del tema que he venido desarrollando de "Obediencia o Rebeldía", ya que el sistema político, económico, religioso que ha regido por décadas y continua vigente hasta la actualidad, siempre alternándose sus niveles de afectación en la población, pero sistemas de control finalmente, que no han sido ni son funcionales para el desarrollo integral del ser humano, en todos sus ámbitos, en especial de la salud mental. Por lo que el siguiente caso es representativo de cómo se llega a deteriorar la salud física, mental y espiritual cuando el humano se encuentra indefenso, sin las herramientas o el conocimiento básico para discernir, a merced de las manipulaciones y el control de terceros. Algunos, sin el conocimiento previo, preguntarán o cuestionarán ¿Cómo pudo la religión, la política o lo económico afectar a estas personas? e intentarán persuadirse de que es simple y llanamente falta de cordura, como si en la ruleta de la vida, nacieran locos, sabios, asesinos y santos. Parafraseando a Beauvoir diré, al igual que por tener un órgano sexual determinado, no se nace hombre o mujer, se llega a serlo.
De hecho el mismo sistema está diseñado para que las razones de fondo de casos como el siguiente no sean cuestionadas por las masas, minimizándolo, a través de sus mass media, a simples "pasajes desafortunados" de la vida, como algo "diabólico" o de casos de "derechos humanos" no respetados que desencadenan la furia. 
Les dejo pues, con la reseña de los acontecimientos realizada por Guillermo Zimmermann, psicólogo. Miembro del Grupo de Estudios Psicoanalíticos de Santiago del Estero y que fue publicada en la revista PARLÊTRE.

Elan Aguilar.


Los hechos ocurren en 1933 en la pequeña localidad de Le Mans, departamento del Sarthe, en la Francia de entreguerras. En la casa de la familia Lancelin, el señor René no consigue abrir la puerta y se ve obligado a llamar a las autoridades. El espectáculo que contemplan cuando consiguen entrar no puede ser más aterrador. En la oscuridad producto de un cortocircuito eléctrico se adivinan las figuras de las dueñas de casa, Mme Lancelin y su hija Geneviève, brutalmente asesinadas. Al parecer acuchilladas, las sanguinolentas figuras a las que han sido reducidos sus cuerpos descansan frías e inertes en un charco de sangre. Tejidos orgánicos cubren las paredes y las escaleras. En el último escalón de ésta, metros por encima de los cuerpos, un globo ocular intacto, con el nervio óptico completo como apéndice. Las pesquisas policiales y la autopsia revelarían que los ojos de las víctimas habían sido arrancados de sus órbitas cuando estas aún se hallaban vivas, y con las desnudas manos como único instrumento “hecho único en los anales de la criminología”.
Al subir al ático, los espantados visitantes encuentran a dos mujeres abrazadas en la cama, esperándolos. Lea y Christine, las criadas de la casa, “las perlas de los Lancelin”; como las llamaban los vecinos, que envidiaban a sus amos aquellas sirvientas tan dedicadas, tan recatadas, tan serviciales. “Las hermanas Papin”, como las conocería el mundo.
Las sospechosas confiesan sin dificultad ser las autoras de la masacre. ¿Quiénes eran estas asesinas? Dos criadas humildes y laboriosas, cuya juventud había transcurrido en conventos e instituciones públicas y hacía ya un tiempo cumplían funciones en aquel respetable hogar burgués. ¿Algún móvil que explique el espantoso asesinato? Ninguno, los Lancelin eran “patrones irreprochables”, como declararía luego Christine.
Francia se apasionará con la historia de las hermanas asesinas y se dividirá en dos. Los más numerosos exigen que la justicia desenvaine sus filos, se reclama una venganza ejemplar. En la otra vereda, la intelligentzia marxista y surrealista toma la palabra y se adueña de la noticia policial para defender sus ideas. Sartre y de Beauvoir transforman a las dos hermanas en víctima de la lucha de clases. La prensa no descansa en amplificar la trascendencia y el impacto social de este crimen, el arte deforma y reversiona de mil maneras lo acontecido. Entre las múltiples y a veces caóticas voces no estará ausente la del joven psiquiatra Jacques Lacan, quien no mucho tiempo antes había publicado “La psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad”, conocida como “el caso Aimée” y encontrará en el historial de Lea y Christine Papin la ocasión de continuar y extender sus tesis. Su posición será contraria a la de los peritos oficiales del caso, que habían encontrado a las hermanas Papin “completamente sanas y responsables de sus actos”, y por tanto imputables; y será solidaria, en cambio, de la del Dr. Logre, llamado al estrado por la defensa, quien reclama para las acusadas el diagnóstico de Folie à deux o “locuras comunicadas”. (1)
¿Qué es una Folie à deux? Para limitarnos a los esencial de este cuadro repasaremos las condiciones muy precisas que deben respetarse para que se presente: Debe darse el encuentro entre dos sujetos: uno activo, llamado caso primario, casi invariablemente un paranoico, inteligente y seductor, portador de un delirio que le impone a otro sujeto, sobre el cual ejerce una influencia cierta. Este último, pasivo y receptivo, es potencialmente sano pero se ve arrastrado por el delirio del caso primario o inductor. Con la mayor frecuencia se trata de miembros de la misma familia, madre e hija, cónyuges, hermanos o hermanas.(2) Es necesario además que los dos sujetos constituyan una comunidad cerrada con muy poco contacto con la realidad social exterior, y permanezcan en estas condiciones un prolongado período de tiempo. Tal era el caso de Lea y Christine: todos los testimonios coinciden en que no salían nunca, ni aún en los días de descanso, excepto para ir a la iglesia a escuchar misa los domingos. Utilizaban su tiempo libre en bordar juntas, solas y recluidas en su pequeña habitación. Casi no conversaban con sus patronas, la propia Mme Lancelin había impuesto esta condición; y ella será, con funestas consecuencias, la primera en quebrarla. Todos los análisis coinciden en que fue con su intromisión en la vida de las Papin, defendiendo los derechos de las jóvenes ante su madre, Clémence Papin, y ante todo mediante sus “observaciones” (recuérdese la enucleación de la que es víctima más tarde) que se constituye como objeto persecutorio para las hermanas.
Por cierto que el artículo de Lacan no se reducirá a confirmar el diagnóstico. Allí llevará adelante sus concepciones, aún preanalíticas o sociológicas, de la personalidad como tensión social, y el acto paranoico como ajeno al sujeto. Por otro lado, continuará sus indagaciones sobre la imagen del semejante como constitutiva del yo, tesis que años mas tarde se generalizará a toda estructura en “El estadio del espejo”, de allí que finalmente: “el yo obedece siempre a una estructura paranoica”.
El comportamiento de las hermanas Papin después del crimen despejó cualquier duda respecto a la insanía de las acusadas. Durante los primeros cinco meses sus testimonios parecen calcados, apenas pueden diferenciarse. Repiten que “no recuerdan bien por que lo hicieron” solo exigen que las dejen estar juntas. Los funcionarios judiciales están atónitos: “uno tiene la impresión de escuchar doble” dirán, confirmando la expresión, un tanto poética, que la psiquiatría había consagrado para esta enfermedad: “almas siamesas”.
Pero después las cosas empiezan a cambiar. Se revela que la pareja simétrica no lo es tanto; a partir del mes de abril, Christine, seis años mayor, el “caso primario”, empieza a sufrir crisis cada vez mas intensas que la deterioran rápidamente. Su objeto es Léa, quiere verla, que se la lleven, tiene que hablar con ella. De poco sirve la camisa de fuerza, Christine se arroja continuamente contra las paredes, parece no comprender la realidad que la separa de su hermana. Intenta arrancarse los ojos en reiteradas ocasiones. Su delirio pierde toda sistematicidad, dando lugar a una intrusión de fenómenos alucinatorios. La tortura principalmente la imagen alucinada de su hermana “Lea, colgada de un árbol, con las piernas amputadas”. Se reconoce aquí la fragmentación de su imagen especular, el cuerpo de su hermana; correlativa a la desintegración de su yo y el colapso de sus suplencias imaginarias. Finalmente la guardiana de la celda, contraviniendo todas las consignas, le lleva a Léa a su celda. Christine solo dirá: “dime que sí, dime que sí…” abrazando a su hermana con tanta fuerza que deben separarlas. Desde entonces se hunde en un desconocimiento total de su hermana, jamás volverá a nombrar Léa. El cuadro virará hacia fenómenos melancólicos. En pocos años, en una abulia psicótica terminal, Christine morirá de inanición, sin llegar nunca a cumplir su condena.
Muy distinto será el destino de Lea: condenada a diez años de trabajos forzados, sale de prisión en 1943, después de haber manifestado una conducta ejemplar, y regresa junto a su madre, Clémence, en cuya casa vivirá hasta el fin de sus días. Muere en 1982, contando más de setenta años de edad.



(1) Diagnóstico reconocido desde hacía mucho tiempo por los clínicos. Originalmente se remonta a las formulaciones de Lasègue y Falret (1873). Los manuales actuales la reconocen bajo el nombre de Trastorno psicótico compartido (DSM-IV) y Trastorno delirante inducido (CIE-10)
(2) Es interesante considerar a esta estructuración participando también de los casos más extremos de los fenómenos de masas. Se compondrían de un conjunto de neuróticos identificados lateralmente y arrastrados en un delirio persecutorio, ubicado con precisión en un líder paranoico. 

martes, 8 de septiembre de 2015

Cómo eliminando la azúcar refinada cambió mi cerebro.


Artículo de Michael Grothaus "How Giving Up Refined Sugar Changed My Brain"

Traducción de Elan Aguilar. 

El consumo de azúcar refinada puede afectar el estado de ánimo, la toma de decisiones, y la memoria. Aquí está lo bueno que puede ser el renunciar al consumo de azúcar refinada.

Por Michael Grothaus

Tengo una relación de amor-odio con la comida. La amo; por lo general me odia. De hecho, me encanta la comida tanto que hasta hace unos años, yo estaba muy gordo. Tanto sobrepeso que me inventé una pieza de tecnología médica para ayudarme a perder cuarenta kilos. Funcionó, y desde entonces he mantenido un peso saludable principalmente llevando la cuenta de mis calorías, no comer en exceso y hacer ejercicio con regularidad.

Y en su mayor parte, ha ido viento en popa, y hasta me comía lo que quiera la mayor parte del tiempo: pescado, pollo, pastas, refrescos de dieta, yogures con sabor a fruta y un bocadillo dulce una vez al día como una bolsa de M & M o un brownie. También me encanta mi café todos los días con algunos paquetes de azúcar. Una caloría es una caloría, ¿verdad? Mientras yo no rebase por encima de 2.000 calorías al día, sé que no voy a ganar peso y quedo como una persona sana en general.
Cuando hace poco mencioné mi pérdida de peso y la ingesta dietética diaria actual a una doctora, amiga mía, esperaba que me felicitara por mi éxito. Y aunque lo hiciera, ella también me advirtió que mientras mis niveles de calorías diarias eran poco para continuar consumiéndolas, ella estaba preocupada porque estaba recibiendo demasiada azúcar refinada en mi dieta. Como ella sabe que tengo un interés en no sólo mantener un peso saludable, sino también una buena aptitud mental, así, señaló que estudio tras estudio muestran lo dañino que la azúcar refinada es tanto para nuestra cintura y como para nuestros cerebros.
Explicó que comer demasiada azúcar refinada que se encuentra en la mayoría de los dulces, refrescos, pan blanco y pastas, prácticamente todos los "sin grasa" y aperitivos "bajo en grasa", zumos de frutas, yogures, bebidas energéticas, la mayoría de las bebidas de Starbucks (incluyendo muchos cafés), salsas (ketchup, salsas barbacoa, mayonesa, salsas para pasta), y un sinnúmero de otros alimentos envasados, ahora se ha demostrado que nos provoca mal humor, nos hacen tomar decisiones precipitadas, y nos vuelve estúpidos. El punto de mi amiga doctora era claro: Sólo porque soy delgada y mis análisis de sangre no muestran signos de la diabetes, no demuestra la cantidad de azúcar refinada que estoy consumiendo y que no se afecte negativamente mi salud.
Aun así, me pareció difícil de creer que la azúcar refinada que estaba comiendo en cada comida realmente podría afectar mis capacidades cognitivas tanto como ella mencionaba, por lo que mi amiga me dijo que sólo había una manera de salir de dudas: renunciar a todo el azúcar refinado durante dos semanas a ver si notaba algún cambio.

Y eso es exactamente lo que hice. El día que empecé mi dos semanas de dieta libre de azúcar refinada, pensé que era sobre todo un ejercicio inútil, y que iba a notar diferencias pequeñas, en todo caso. Qué equivocado estaba. En el momento en que terminé, fue para mí nada menos que una revelación.

La famosa Dieta-sin azúcar.

Dejar la azúcar refinada no es fácil desde un punto de vista práctico. Se encuentra en alimentos y bebidas prácticamente en todas las envasadas ​​y más en los restaurantes de comida rápida (una gran oferta de comida de Big Mac tiene 85 gramos de azúcar-236% de la cantidad diaria). Esto significa que si yo fuera a escapar de la azúcar refinada, tendría que pasar más tiempo en casa para cocinar los alimentos frescos que yo estaba acostumbrado. Además, no sólo tendría que cortar mi porción de dulce de uno al día, sino también todas las bebidas enlatadas (refrescos, bebidas energéticas y jugos de frutas), pan blanco y pastas, y esos engañosamente yogures "saludables" con sabor a fruta falsa con salsas añadidas para el gusto. También me di por vencido de poner azúcar y leche en mi café.
En lugar de todo lo anterior, mi famosa dieta sin azúcar durante dos semanas consistió en sólo alimentos frescos: frutas y verduras, pescado, pollo y carne y pasta de grano entero (integral) y arroz. La mayoría de ellos ya los comía regularmente sólo al lado de los alimentos que contienen azúcar refinada.
También es importante tener en cuenta que para estas dos semanas no abandono el azúcar por completo, sólo y únicamente la azúcar refinada. Me comí un montón de azúcar natural, la misma que se encuentra principalmente en frutas, y los que el cuerpo convierte en glucosa a partir de las carnes, las grasas y los carbohidratos que comemos, que son una fuente muy importante de combustible para el cuerpo y, más importante, para el cerebro. Sin el consumo de azúcares naturales, el cuerpo no tendría suficiente combustible para sobrevivir por mucho tiempo.

Un último punto crítico: Yo no cambie mi ingesta diaria de calorías durante mi experimento de dos semanas. Yo continúe consumiendo entre 1.900 y 2.100 calorías al día, al igual que cuando comía una dieta que contenía alimentos con azúcar refinada. También me mantuve a mi régimen normal de ejercicios. Con todo listo, comencé una dieta -sin azúcar refinada.  Y esto es lo que he experimentado:
Mi estado de ánimo y de atención fue una montaña rusa

El primer día que eliminé los azúcares refinados de mi dieta, pensé que iba a ser un juego de niños. Me comí un montón de frutas, había pescado para el almuerzo, y un filete con una guarnición de verduras para la cena. Me perdí el azúcar y la leche en mi café y yo extraño a mi azucarada delicia, pero no era un desafío tan grande renunciar a ellas.

Las cosas cambiaron radicalmente en el segundo día. A pesar de que había tenido un abundante desayuno y almuerzo (dos naranjas, huevos y arroz integral con verduras), alrededor de las 14:00 horas de repente me sentí como si hubiera sido golpeado por un camión. Sentí niebla y tenía un dolor de cabeza, que nunca sucede en mi dieta normal. Esta neblina y los dolores de cabeza continuaron de forma intermitente durante los próximos dos o tres días. Durante ese tiempo, tuve dos intensos antojos: refrescos y golosinas azucaradas. En el tercer día, de hecho me puse a temblar por un período de tiempo. Fue muy, muy difícil no tener algo dulce.
"Como usted no estaba alimentando a su adicción, su cerebro estaba gritando por tener azúcar refinada para satisfacer sus antojos", dice Rebecca Boulton, una terapeuta nutricional que se especializa en los antojos de salud y azúcar hormonales, por lo que me puse en contacto con ella para que me ayudara a encontrar sentido a lo que estaba sucediendo en mi cuerpo. "Este es un período de ajuste, y se inicia con las ansias de ser más intenso el deseo antes de que comience a disminuir."

¿Intenso? Al final del día 4, habría vendido mi perro por un brownie. La neblina y la falta de atención en un momento se pusieron tan mal, me preocupaba que no sería capaz de concentrarme  en las tareas escolares que necesitaba hacer para presentar esa semana. Yo consideré seriamente tener una bebida energética "por el bien de mi salud" (Me resistí). Ni falta hace mencionar, la continua confusión mental y la consiguiente falta de atención que me volvió muy irritable e incluso deprimido. Me convertí irritable e impaciente, y era incapaz de concentrarme en las cosas que requerían mayor tiempo para realizarse.
"Su cuerpo todavía está teniendo dificultades para adaptarse a los nuevos alimentos y la reducción de azúcar", explica Boulton. "Está programado para obtener energía a partir de azúcar, y se necesita tiempo para que su cuerpo se acostumbre a conseguir energía de una fuente diferente. Casi se siente como una resaca como su cuerpo se está acostumbrando a eliminar la azúcar refinada."

Pero luego en el día 6, algo sucedió. La neblina comenzó a desaparecer junto con los dolores de cabeza persistentes. Los frutos que ahora me estaba comiendo a diario comenzaron a tener un sabor más dulce. Por el Día 8 o 9, me sentí más centrado y lúcido de lo que tenía en cualquier momento de mí historia reciente. Esto se tradujo en una mayor productividad por ejemplo, yo estaba más comprometido cuando se entrevista a las fuentes para crear las historias. Yo era más capaz de concentrarme en lo que decían y podía responder rápidamente a sus respuestas con nuevas preguntas e ideas reformuladas con una velocidad y claridad que nunca he poseído antes. Durante la lectura de un libro o un artículo, sentí como absorbía más detalles e información. En resumen, me sentí más inteligente.
Mejora del sueño

Pero el estado de ánimo y la claridad mental no eran los únicos beneficios que noté por los últimos días de mi dieta sin azúcar refinada. El sueño es una parte crítica de la salud mental. No sólo da el respiro que necesita la mente consciente durante las actividades del día, también ayuda a eliminar las toxinas del cerebro. Una buena noche de sueño también ayuda a hacernos más inteligentes.

"Sus niveles de insulina están regulados cuando el azúcar en la sangre están equilibrados", explica Boulton. "[Esto] promueve patrones de buen sueño y te da energía consistente, lo que también reduce la fatiga y significa que usted puede concentrarse más. Esto tiene un efecto multiplicador sobre el resto de sus hormonas a medida que trabajan sinérgicamente, mejorando la energía, el sueño, y la función cerebral".

No tenía ninguna expectativa de que renunciar a azúcar refinada me ayudaría a dormir mejor, pero lo hizo. En promedio, por el día 6 o 7, caí a dormir dentro de los 10 primeros minutos de acostarme. Antes de que cortara los azúcares refinados de mi dieta, por lo general me llevaba unos 30 minutos en quedarme dormido. También descubrí que empecé a despertarme más temprano y de forma más natural, y que no era tan difícil salir de la cama por la mañana.
Inesperada Pérdida de Peso

La última cosa que quiero mencionar acerca de mi dieta sin azúcar refinada era su efecto sobre mi peso. No me comprometí con este experimento para perder kilos, y puesto que no se trataba de una dieta para bajar de peso, no dejaba de comer la misma cantidad de calorías que antes. También comí un montón de grasas (carnes rojas, aguacates) y un montón de carbohidratos y azúcares naturales (de frutas, verduras y granos enteros). Lo único que he cambiado de mi dieta es que eliminé las calorías de los azúcares refinados. ¡Y he perdido 5 ½ kilos en dos semanas!

La razón es que mi consumo de calorías se mantuvo igual, mi cuerpo ya no estaba luchando contra una avalancha constante de la ingesta de azúcar refinado que necesitaba para procesar sin parar, dice Boulton.

"Elevados índices de azúcar en la sangre y los niveles de insulina, así como la interrupción de sus neurotransmisores en el cerebro, provoca el aumento de almacenamiento de grasa", explica Boulton. "Comer más proteínas, fibra, frutas y verduras aumenta su metabolismo y su cuerpo quema energía más eficiente. Realmente no es sólo por las calorías, sino también la calidad de los alimentos que usted come y la manera como su cuerpo los procesa."

Un velo se ha levantado

Después de dos semanas de comer una dieta -sin azúcar refinada, puedo decir que mis simples suposiciones sobre los efectos de mi dieta anterior sobre mi cuerpo y la función cognitiva estaban equivocados. Después de renunciar a los azúcares refinados por sólo dos semanas, me siento como si un velo se hubiera quitado de encima y puedo ver con claridad por primera vez.

Mentalmente, me siento mejor que en muchos años. Soy más feliz, más conscientes, y más centrado. Duermo mejor sin interrupciones y despierto más fresco que nunca, no me he sentido tan lleno de energía desde que era un adolescente. Mi relación con la comida también ha cambiado. Claro, todavía me da hambre, pero no tan a menudo como antes. Comer una dieta libre de azúcares refinados me llena y me mantiene lleno durante siete u ocho horas. Esto ha cambiado mi concepto de mis peleas anteriores de sentir "hambre". Ahora me doy cuenta de que antes de esta dieta, la mayoría de las veces que me había sentido "hambriento" -cada tres horas más o menos-, era que mi cuerpo requería de otro golpe azúcar. Y no era en realidad hambre.


Destetar fuera de mí los azúcares refinados también ha permitido que mi cuerpo pueda restablecer lo que percibe como dulce. Por primera vez en mi vida, percibo la riqueza y los matices de los sabores de frutas y verduras cuando me los como. Ahora entiendo por qué hace un siglo, las naranjas se les daba a los niños en Día de Navidad -eran un lujo increíblemente dulce.  ¿Quién necesitaba chocolates?

Tan positivo y tan fuerte como me siento por mi experiencia que estoy preocupado de que no voy a ser capaz de continuar manteniendo fuera de mi vida a la azúcar refinada. Las probabilidades están en contra de mí. La azúcar refinada se oculta en decenas de miles de alimentos y su efecto adictivo en el cerebro es más poderoso que el de la cocaína. Su presencia y su poder de marketing está en todas partes, lo que hace que sea casi inevitable a menos que esté dispuesto a hacer lo que hice y preparar todas mis comidas usando los compromisos de tipo de alimentos frescos y naturales.

Sin embargo, los beneficios que he experimentado desde el corte de azúcar refinada de mi dieta de sólo dos semanas son demasiado poderosos como para ignorarlo. Y eso, espero, sea suficiente para continuar así.