jueves, 28 de diciembre de 2017

Seis propuestas de Año Nuevo

Luna 

Seis hábitos para recordarme durante el 2018:

Perdón. Una acción difícil de llevar a cabo, sobre todo, si se trata
de aplicarla a uno mismo. En esta vida, las enseñanzas siempre
transcurren a través de acierto y error. Y los errores, siempre son, se
me olvida, los que mejores enseñanzas me han dejado. Si ya me he perdonado ¿importa que los demás lo hagan? Esperar que mi vida vaya acorde a las expectativas de los demás es insano. Vivo y dejo vivir. 
Gratitud. Esa loca manía de ver hacia afuera en lugar de adentro,
ver el vaso medio vacío, de mirar el agujero de la rosca. Agradeceré
todo, tanto lo que tengo como lo que creo que me hace falta, tanto las buenas obras como las omisiones, tanto la salud como la enfermedad, tanto las presencias como las ausencias. Gracias
Ejercicio.  Como cada año, esta hábito es permanente en la existencia del ser humano, o debería serlo. Tanto el físico como el mental: realizar lecturas, abrir un libro y leer por lo menos quince minutos si no se cuenta con esta disciplina, ayudará a mantener un cerebro sano. 
Meditar. La práctica de la oración o del yoga, son buenas alternativas
para un ser neurótico como yo. Un ejercicio sencillo es empezar por atender nuestra respiración. Sentado o acostado, de manera cómoda, hacer inhalaciones y exhalaciones profundas mientras concentramos nuestra atención en el aire que entra y sale por la nariz. Cinco minutos al día bastan para iniciar.
Resiliencia.    La práctica diaria de adaptarme. Adaptarme a los demás, a las circunstancias, de aceptar lo malo, lo bueno, la enfermedad, la salud, la vida y la muerte. Adecuarme a las circunstancias, sin juzgar, sin prejuicios, me adapto. 
Simplificar.     “Quien mucho abarca, poco aprieta”. Identificar lo verdaderamente importante: en lo personal, en el trabajo, en la escuela y mi tiempo de ocio. La vida es breve y no se debería malgastar en infiernitos, ni en donde no lo llaman a uno. Hay que estar donde lo quieran a uno, donde podamos servir, donde podamos ser útiles.

Tú que me has leído, te deseo lo mejor siempre, salud, amor y prosperidad, y que juntos podamos construir una sociedad mejor. Abrazo fraterno. 
Elan Aguilar.

viernes, 20 de octubre de 2017

LA LECTORA

LA LECTORA
Ay, huesudo de mis recuerdos,
se quejaba en el panteón
una calaca mixteca
por enterarse de las rebajas
de la Librería Eureka.
Si me dejan yo regreso,
y no cometer el error
sollozaba con dolor,
pues leer sólo quería
y olvidar lo que veía
soledad y mucha flor.

                  Elan Aguilar

Con amor a Librería Eureka 

miércoles, 4 de octubre de 2017

Contramuro 19

No he tenido tiempo de reaccionar,
todo quedo en escombros,
aún mi alma no se puede levantar,
ni tiempo de llorar.

Algo superior me derrumbó,
todo me arrebató,
ni certeza, ni lágrimas,
ni el pasado me dejó.

Los lugares que frecuenté,
las casas que visité,
las aventuras que viví.
Se esfumaron acongojadamente.

Todo plan y futuro se fracturó.
¿Qué haré aquí?
Con un corazón roto, mi Dios
Tú serás mi contramuro.


Elan Aguilar

viernes, 30 de junio de 2017

El intocable


Todo pasa en el colectivo. De verdad, date la oportunidad de viajar en micro, si no, te estas perdiendo la vida. Hoy iba full la troca, no cabían más, era la ruta de la siete, cuando toda la bandita escolar quiere llegar al cuarto para la hora a la escuela y los "employies" al trabajo. Lleno, de verdad. Ese camión tenía más parecido a una salchicha argentina, atascada de carne, de chamacos sin peinar y doñitas enchinando la pestaña. Última parada de la colonia antes de salir a las agresivas corrientes del tráfico de la avenida. "¿Se va a parar? Que no chingue. Que se los lleve en las piernas" comentó un señor octogenario que parecía ir flotando en el pasillo, ya que se encontraba metido entre dos torres: un par jóvenes como de metro ochenta con sus playeras de la universidad. ¡Vámonos! Gritaron todos. Había unos pequeños letreros en las ventanillas a la mitad del corredor que decían "Pasajeros sentados 26. De pie: 12" Y aunque los conté tres veces no me salía la cuenta, habíamos sesenta y dos pasajeros. Con personas volando en los estribos, el conductor insistía en subir a sus "últimos dos pasajeros" como prometía, pero ya nadie le creía y la gente se rebelaba ¡Los de las puertas que no se muevan¡ ¡Vámonos! gritaba la gente. En un intento desesperado o de la infinita sabiduría del chofer, este sólo alcanzó a decir: "O se recorren o les quito la música de Intocable".
Elan Aguilar

miércoles, 26 de abril de 2017

Steve

Hoy en el transporte una mujer ya grande me echaba los ojos como una loba hambrienta. La señora de muy buen ver. ¿Qué haríamos juntos a parte de jugar a las cartas? Claro que yo podría ganarle si fuera conquián. Pensé.
Ayer en el transporte (todo sucede en el trasporte público, o por lo menos a mí que prefiero no envejecer detrás de un volante) se escucharon gritos de la parte trasera del camión, una mujer gritaba mientras otra pasó corriendo por el pasillo, que aún no salgo del asombro de cómo logró pasar tan veloz por ese pequeño reducto entre las filas de asientos. Todos nos levantamos para ver qué sucedía, los gritos de las mujeres arreciaron el ambiente. Las mujeres siempre gritan, es algo instintivo, mientras que los hombres siempre nos ponemos en posición de agredir, como dicen los de la colonia, a las vergas, pero no siempre. A veces algunos hombres también sueltan un grito, así, de pronto, un grito agudo que sale ahogado pero claro, casi femenino y delicado, que cuando sucede se llevan los nudillos a la boca y los ojos los dispersan buscando que nadie haya escuchado su infantil reacción.

¡Nos están asaltando! Gritó la mujer voluminosa y atlética que ya estaba encima del chofer. Unas personas que iban en los asientos de adelante se hubieran aventado a la acera desde la ruta sino es porque el conductor, que respeta las leyes de tránsito, llevaba su puerta cerrada. La de atrás siempre va abierta. Los hombres, algunos, nos quedamos de pie, asombrados, preguntado con la mirada ¿Dónde son los putazos? El conductor del camión frenó y saltó a cuantos pudo por el pasillo, como Mercurio (el de los pies alados, aclaro) hasta llegar a la parte de atrás, y llegando con unos “sospechosos”, quiero suponer que así lo entendió porque esos niños de entre doce y catorce años pusieron ojos de animal en el rastro cuando les grito amablemente “¡A quién han robado cabrones!”. No eran ellos, no era nadie, ni el ladrón de la derecha que aspiraba al cielo ni el de la izquierda que aspiraba  el humo del cacharro detenido. Dos mujeres (aparentemente novias) se habían peleado, y en el arrebato pasional una de ellas manoteo y alcanzó a tocar a la mujer del asiento de adelante que la hizo salir disparada pidiendo ayuda, no celestial si no al rutero. A ambas las bajó el chofer por faltas al “bando de policía y buen gobierno” les dijo, aunque creo que fue para no regresar sus ocho pesos que acababan de pagar un par de cuadras atrás. Todo fue tan rápido, no hubo tiempo de nada. No hubo asalto. Nos sentamos de nuevo mientras que “Steve” el rutero, imagino que era su nombre pues lo llevaba tatuado en la nuca cantaba  "Mis sentimientos" de los Ángeles Azules, y en un bote afelpado a su lado iba sentada la musculosa mujer recuperándose del susto. 

martes, 10 de enero de 2017

FULGOR

Soy un afortunado
amor,
porque en tu rostro aparece
siempre,
ese fulgor maravilloso:
llamado sonrisa.

Elan Aguilar